miércoles, 12 de noviembre de 2008

Capítulo 1

Primera parte: La historia de Ingwe

Esta es la historia de un ser mortal, en tiempos futuros ya de la gran guerra contra la oscuridad. Es la historia de una mujer en un mundo mágico, mujer que vive en un gran palacio.”

El principio de la leyenda.

La reina élfica viajaba en su carro entre las aldeas del Reino de los Hombres del sur. Sabía que el momento del nacimiento era éste, debía darse prisa. La reina lo sabía casi todo, por ello iba de aldea en aldea buscándola. Las señales habían aparecido y estaba todo nítido como el agua, debía encontrarla, pues, muy pronto, estaría sola.

Llegó el carruaje a la aldea más pequeña del sur, en las montañas de Durian, eran las épocas de las nieves y hacía mucho frío, las calles estaban blancas exceptuando los surcos embarrados que dejaban los carros al pasar. La reina pidió que giraran a la derecha por la callejuela más pequeña, pero el conductor le informó de que el carro era demasiado ancho. -Muy bien, me bajaré aquí mismo.- Lo dijo sin mala intención, pero su voz sonó grave y amenazante. La reina se remangó el vestido, pero al bajar sus botas se quedaron clavadas en el barro. Hacía mucha corriente y viento helado en aquel lugar. Con bastante esfuerzo y ayuda de sus caballeros consiguió avanzar. La calle era irregular, lo mismo llegaba a medir 2 zancadas grandes entre dos casas, que apenas llegabas a estirar un brazo y tropezar con la ventana de enfrente. Avanzaban con toda la rapidez que les era posible, pues la nieve no había sido retirada de aquel sitio, y era mucho más difícil. Entonces lo sintió, allí estaba ella. La casa frente a la que se había parado estaba casi en ruinas, las ventanas no estaban bien sujetas y los maderos se movían con el aire dando golpes sordos a cada segundo. El color de la casa era verdoso por la humedad y destacaba con la blanca calzada, el tejado cubierto por una gran cantidad de nieve, pese a estar construidos a dos aguas, de seguro tendría alguna teja rota, cuando no fuese que le faltaran varias.

-Othar, averigua si hay alguien dentro de la casa.-. Un caballero alto y uniformado de invierno se acercó a la puerta que ya estaba abierta. Y de un simple empujón permitió que llegara a la oscura casa algo de luz. La reina ya sabía que estaba habitada, pero no debían correr riesgos, otros podían haber llegado antes para llevársela, y estar aguardando para atacarlos. El caballero entró desenvainando la espada y el ruido de sus botas empezó a resonar contra los tablones de madera. La reina escoltada por otros dos miembros de su guardia le siguió y sacudió sus pies a la entrada, aunque la casa estuviese llena de mugre, ella lo consideraba una falta de cortesía. El primer caballero empezó a inspeccionar el piso, pero cuando solo llevaba dos habitaciones, todos enmudecieron. Un llanto comenzó a sonar, a la reina se le iluminó el rostro, la habían encontrado a tiempo.

-Othar, allí.- El caballero bajó la espada un instante, aunque volvió a levantarla rápidamente, no podía bajar la guardia frente a la reina. Comenzaron a caminar en dirección al llanto y abrieron la puerta. Al entrar, un fétido olor les inundó los pulmones. Una mujer yacía tendida en el suelo en lo que pretendía ser un colchón de paja. En mitad de una habitación húmeda, sin chimenea, ni ninguna fuente de calor, tiritaba, y en su cara se podía notar todavía la congestión que tenía a causa del esfuerzo del parto, y el frío de la sala.

Aquella mujer acababa de dar a luz un rosado y rollizo bebé, sumamente extraño dado el aspecto tan lamentable que presentaba la madre, una mujer pobre, sucia y extremadamente delgada. Todos se quedaron a cierta distancia, la mujer estaba asustada por la intrusión y apretaba contra sí al bebé, acallando su llanto. Apenas lo había limpiado, y podían ver las manchas de sangre en el suelo, entre sus piernas y en la piel del bebé. La reina se asustó, si seguía apretándolo contra sí, lo ahogaría. -Tranquila, no venimos a haceros daño. Hemos venido a llevaros a ti y a tu bebé a un lugar mejor.- Titubeó un poco quizá en el tono de la voz, miedosa de que le pudiera pasar algo al recién nacido. La mujer seguía apretando contra su pecho a su hijo. -Soy la reina Yána. Solo quiero ayudaros a ambos.-, -¿La reina?- preguntó la mujer, y aflojó la presión, con lo que volvieron a oírse nítidamente los llantos. La reina suspiró de alivio, aquella mujer no sabría como tratar a un bebé, pero al menos sabía lo que era una reina. -Vengo desde el Reino de Middol, caminando entre los hombres, porque ha sido anunciado este nacimiento. Tú hija jugará un papel importante en la historia de nuestros pueblos. Por eso he venido a por vosotras.- La mujer desconfiaba y los miraba a la vez de forma curiosa. Pensaba que probablemente dijeran la verdad, aquella que le hablaba iba muy bien ataviada, de blanco riguroso, un gran vestido, un cabello rubio, liso y muy limpio que brillaba mucho. Y aquellos caballeros tan galantes y guapos con tanto porte, estaba claro que eran elfos.

-¿Cómo te llamas?-, le preguntó la reina.-Mi nombre es Alegra, majestad.-, la reina se acercó a ella y le acarició el pelo a la parturienta, dejando ésta última que lo hiciera sin ningún rechazo -Dime Alegra, ¿qué nombre has elegido para tu hija?-, la mujer se lo pensó un poco antes de contestar, ahora le costaba respirar y se sentía débil. -Quisiera llamarla Alegría, Majestad, pero no sabría si ese nombre sería correcto, quizá usted podría ayudarme a decidir un nombre adecuado para ella.-, La reina pensó la petición, no era un momento alegre como para llamar a la niña de ese modo, y debía darse prisa en decidirse, porque la mujer estaba a punto de perder el conocimiento. -Creo, si me lo permites, Alegra, que tu hija a de llevar un nombre élfico. Pero no te preocupes, yo predigo que tu nieta se llamará como tú deseas, Alegría.- La mujer entrecerraba los ojos, se estaba muriendo ya. -¿Qué nombre le darás a mi hija?-, la reina le contestó -Llevará el nombre de la reina Ingwe, mi madre, y vivirá siempre sabiendo el nombre de su verdadera madre.-, -Reina Yána, cuide…cuide…de….- Alegra cerró los ojos y expiró su último aliento. La reina cogió de sus brazos inertes a la pequeña criatura y ordenó a sus hombres que organizaran un gran funeral para la joven que acababa de morir.

1 comentario:

Goblinoide dijo...

¡¡Primer!!
Juju, esta es la que me pasaste ^^ ¿el mapa de arriba lo has dibujado tú?

Un abrachucho, y actualiza, actualiza, actualiza!!